I n s t a n t e s

Te yergues y te separas de mi cuerpo de barro, caminas desnuda hacia el vértice nocturno de las ventanas, observas una marea de ojos allá afuera, un ciclón de latidos, un torrente de gente que cuelga sus vidas en el concreto de la ciudad, que no advierten tu desnudez, aquella que acecha cada minuto contenido en mi almohada.

 Me miras y sonríes sólo lo suficiente, como atinando las notas de fuego que lamen mis instintos desquiciados. Mis ojos siguen la curva de tus pechos, y al amparo de tus caderas de miel o cordilleras, intento devorar los segundos: utopías de tiempo en mi garganta, para soldarme a ese instante que trina, para inhalarte junto con el rumor de la noche.

 Estoy cautivo en la espesura de tu pelo, ese follaje clandestino que se vuelve espejismo o gorrión sin sentencia en cada anochecer. Soy un hereje en tu piel, un pecador de simetría descalza, una sombra en trance, que instaura dos incendios o deliquios al sentirte.

 El instante en que emprendes el regreso, mi corazón se vuelve un puño que suplica, estas a cinco pasos de amarte.

 ©Patricio Sarmiento Reinoso

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Poeta, escritor, blogger ecuatoriano Ver todas las entradas de Patricio Sarmiento Reinoso

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